Para Graciela. En paz descanses.2
"¿A quién te pareces más?" preguntó mi abuela. “¿A tu padre o a tu madre?" "A mi padre," dije entre risas. "Mamá dice que tengo sus ojos y su boca." "Así es. Eres todo Vicente, todo él: un hombre bueno. Haz como él; haz feliz a tu madre, hombrecito." Entre sus cariños levanté la vista y, sonriendo, contesté: "Mamá dice que también me parezco al abuelo." Los ojos de Graciela se empañaron, los gruesos cristales de sus lentes refractando en diluvio sus lágrimas. "Al abuelo, sí. Menos tus ojos." ¿Recuerdas, abuelo, el verde? Es el color del mar, del añorado puerto al que jamás volviste, turquesa vaivén del oleaje. Verde. Así eran los campos, tu pequeño Edén, antesala de tu muerte; el final lo pasaste entre verdes milpas, y con ellas te has marchitado. Verdes eran tus ojos, como esmeraldas, dice mi abuela. Así lograste atraparla, con tentadora carnada posada en anzuelo cruel. Tarde se enteró de que no eran tus ojos joyas: eran los del matón, del asesino, del Halcón. "¿Cómo era mi abuelo?" pregunté a mi madre. Elena se recogió el cabello con una mano y me miró fijamente, sus verdes ojos susurrando aquello que los labios aún rehusaban decir. "Era alto," dijo mi madre. "El rostro largo, la nariz huesuda, la piel canela. Tenía ojos verdes, como los míos; te lo habrá dicho tu abuela. ¡Habrase visto! Un prieto de ojos verdes." Suspiró. "Lo conocí poco. Yo era apenas una niña cuando él murió." "No cuando él murió, mamá: cuando lo mataron. Me lo dijo mi abuela." ¿Recuerdas, abuelo, el blanco? Es el color de lo sacro, de lo inmaculado, paloma que alza el vuelo y es ante Dios bendecida. Blanco. Me han dicho que así es la pureza, la inocencia que a mi abuela arrancaste, profanada por ti antes de sus nupcias: era tan solo una niña, su vestido de bodas una mortaja. Ahora es anciana, abuelo. Así son ahora sus cabellos, nívea corona de la edad. Te recuerda con amargura, a ti entregada en matrimonio como recompensa por tus pecados, por tu más indecible crimen. Sucio está el lecho nupcial, manchado el linaje que dejaste tras de ti. Limpió Graciela sus lágrimas y estrujó mi mano entre las suyas. "Jamás los quise a ellos," dijo. "A tu madre, a sus hermanos. Me fueron forzados, uno y otro, cinco en total. Pero los amé siempre, como tu madre te ama, como yo te amo a ti." Asentí con lentitud. "Ahora eres un hombre, un hombre hecho y derecho. Todo esto debes saberlo, porque es de donde has venido." "Lo sé, abuela." "No seas como él, mi niño, aunque te haya heredado su rostro." ¿Recuerdas, abuelo, el rojo? Es el color de la sangre, la vida derramada, el principio y el fin: Cinco veces derramada, cinco vástagos alumbrados, cinco herederos de tu mal. Rojo. Roja es la bandera pisoteada, el estandarte del comunista, del subversivo, del estudiante. Desde el suelo bebe vida, vida que tus puños golpean, vida que tus balas arrancan. Álzate soberbio y ungido, fiel sabueso del Estado. Ahora mana de tus heridas, del malogrado tajo que te parte en dos la cabeza, donde el machete te ha mordido. Tres días tardarás en morir, tres días de agonía, un miasma en vida. ¿Quién te llorará, abuelo, sino la viuda y los niños a quienes dejaste sin un centavo? Me paro ante tu retrato, abuelo, y es como verme en el espejo. El rostro largo, el mentón pronunciado, la afilada mandíbula, la nariz huesuda… soy una pálida copia tuya, la viva imagen de mi madre, fantasmal efigie del verdugo. Pero no soy tú. No soy tus pecados, aunque mis raíces de ellos beban. Mis manos no están manchadas, aunque sea tu sangre la mía. No sé, abuelo, donde yacen tus restos, tu carne alimento de gusanos, tus huesos vueltos polvo. Graciela hace mucho ha muerto: descansa en paz lejos de tu tumba, libre su alma, beato su recuerdo. Tus hijos no hablan de ti, tu nombre jamás es pronunciado; quizá eligen olvidarte a ti y a tu legado. Pero yo no te olvido, abuelo, no olvido tu historia ni los llantos de Graciela. Por eso te recuerdo, por eso escribo esta elegía: para que sufra en la Tierra tu recuerdo como tu alma en el Averno. |
“你长得像谁呀?”我外祖母问,“爸爸还是妈妈?” “像爸爸,”我边笑边说,“妈妈说我的眼睛和嘴和他一模一样。” “没错。你就和文森特一模一样,外表和内心都是:你们都是好人。就学着他做吧;让你妈妈高兴,小男子汉。” 在她的慈爱话语中我抬起眼睛,笑着回答道: “妈妈说我也长得像我外公。” 格蕾茜拉的眼睛泛起了雾,厚厚的镜片将她的泪水折射成一片潮水。 “是啊,像你外公。但是眼睛不像。”
你还记得吗,外祖父,记得绿色吗? 那是海洋的颜色,是你渴望的永远回不去的海湾的颜色,是碧绿的波浪摇曳着的颜色。 绿色。 那是田野的颜色,你小小的乐园,你死亡的前厅;你在玉米田里度过最后的时光,带着这片绿色你生命凋零。 你的眼睛曾是绿色,绿如翡翠,外祖母如是说。你以此诱捕了她,甜美的鱼饵连着残酷的鱼钩。她太晚才发现你的眼睛并非珠宝:它们属于恶棍、属于杀人犯、属于鹰隼。
“我外公是什么样的?”我问我母亲。 艾琳娜一手拢起她的长发,凝视着我,她翠绿的双眼低语着她的双唇不愿说出的话。 “他长得很高。”我母亲说,“脸很长,鼻子瘦削,皮肤是浅褐色。他有一双绿色的眼睛,就和我的一样;你外婆肯定已经告诉过你了。可了不得啊!一个长着绿眼睛的‘普列托3’。” 她叹气。 “我不怎么了解他。他死的时候我也还小。” “不是他死的时候,妈妈:是他被杀死的时候。外婆是这么跟我说的。”
你还记得吗,外祖父,记得白色吗? 那是神圣的颜色,是洁净的颜色,是曾蒙上帝圣恩起飞的白鸽的颜色。 白色。 人们说那是纯洁,是你从我外祖母那里夺走的天真,她在婚礼之前被你玷污:她那时还仅是少女,婚纱便成为了寿衣。 她现在已经老去,外祖父。她的头发现在就是那个颜色了,是岁月赐予她的雪白冠冕。她痛苦地记忆着你,在婚礼当日被当成对你罪孽的嘉奖被交付给你,那是你最难以言表的罪名。婚床肮脏,被你留下的血脉沾染。 格蕾茜拉擦去眼泪,用力地握住我的手。 “我从来没有想过要他们,”她说,“你妈妈,还有她的兄弟姐妹。他们是被强加给我的,一个接着一个,总共有五个。可是我一直爱着他们,就像你妈妈爱着你,就像我爱着你。” 我慢慢地点了点头。 “现在你是一个男子汉了,一个成年人。你必须知道这一切,因为这是你的根源。” “我知道,外婆。” “不要像他,我的孩子,哪怕你遗传了他的长相。” 你还记得吗,外祖父,记得红色吗? 那是血液的颜色,是泼洒的生命,是一切的起始与结束:五次鲜血洒下,五个后代降生,五个人继承了你的罪孽。 红色。 红色是被践踏的旗帜,是共产主义者、颠覆者和学生的旗帜。它在地上渴饮着生命,被你的拳头击打的生命,被你的子弹撕裂的生命。自豪地站起来涂抹膏油吧,国家忠诚的猎犬。 现在它从你的伤口里汩汩流出,从那将你的头颅一分为二的切口里淌出,那是砍刀在你身上落下的地方。你的死亡要花费整整三天,整整三天的痛不欲生,生命里挥之不去的毒气。 还有谁会去哀悼你呢,外祖父,除了被你抛弃的身无分文的遗孀和孩子们之外?
我站在你的画像之前,外祖父,如同看着镜中的自己。长长的脸颊,突出的下颚,尖尖的下巴,瘦削的鼻子……我是你更苍白的复刻,是我母亲的翻版,是刽子手幽灵般的拟像。 但我不是你。我不是你的罪孽,尽管我的根自那罪中汲取养分。我的双手并未沾染鲜血,尽管我流淌着你的血液。 我不知道,外祖父,你的遗骸在什么地方,你的血肉喂给了爬虫,你的白骨化为了尘土。格蕾茜拉已经过世很久了:她安息在离你的坟墓很远的地方,她的灵魂得到了自由,她的记忆将会被珍视。你的孩子们从来不提你,你的名字从未被说起;也许他们选择了忘记你和你的遗产。 可我不会忘记你,外祖父,我不会忘记你的故事,和格蕾茜拉的哭泣。因此我会记住你,因此我写下这首挽歌:如是你的记忆就会在人世间煎熬,如同你的灵魂在地狱里煎熬。 |